Ciudad de México, martes 15 de agosto, 2017
POSICIONAMIENTO
“Modernización” del TLCAN
Este miércoles dan inicio las negociaciones para lo que las autoridades mexicanas han llamado “modernización” del TLCAN, lo que se puede interpretar, como la inclusión de algunos temas que no estaban presentes cuando se negoció el tratado en 1993, tales energía y telecomunicaciones.
La incorporación del tema energético facilita la entrega de nuestro petróleo, sin aranceles, es decir, la liberalización total. Es notable la complicidad de las élites políticas-económicas para que el sector energético mexicano sea para los inversionistas estadounidenses. Sin duda, detrás de Donald Trump se mueven grandes intereses y, son ellos, los que están moviendo los hilos de la renegociación.
Quieren achicar a Pemex y CFE más raído de lo previsto en la reforma energética, para que dejen de ser una competencia para ellos, quieren que el mercado se abra del todo y se eliminen los obstáculos a la inversión de las empresas norteamericanas.
Por ello, es necesario analizar qué significa “North American energy security and Independence”. Estados Unidos produce alrededor de 8 millones de barriles de crudo al día. El problema para ellos es que consume aproximadamente 20 millones. El déficit lo cubre con importaciones de países como nosotros, y lo que no puede cubrir con esas importaciones lo cubre con importaciones del Medio Oriente. Entre más crudo exportemos a EE. UU., menos depende del petróleo árabe, con todas las implicaciones geopolíticas que eso tiene.
En realidad, se trata de la autosuficiencia energética de los EE. UU. El gran problema para México es que esa “Autosuficiencia de Norteamérica” se traduce en una gran presión para exportar nuestro crudo, en vez de procesarlo y darle mayor valor agregado.
Los americanos, por su parte, están encantados de recibir nuestro crudo en estado natural y vendernos procesados, cuyo precio es mayor. La “Autosuficiencia Norteamericana” implica una “Dependencia Mexicana”, pues para lograrla se está implementando una política que obliga a México a exportar su crudo e importar productos procesados, como petroquímicos, refinados y gas natural.
A la par se habla de buscar la compatibilidad regulatoria. De lo que se trata es de imponer a México los estándares regulatorios aplicables en EEUU. El gran peligro, es que en muchos casos, estos estándares regulatorios son producto del cabildeo de industrias en los EEUU que los utilizan para imponer proteccionismo y altas barreras de entrada en beneficio de las grandes industrias.
Adicionalmente, hay otros temas que aparentemente se incluirán en las negociaciones, vinculados con reglas de origen y propiedad intelectual.
El gobierno habla de la “modernización” del tratado y no de su “renegociación”, con lo que implícitamente se está considerando que, en sus 23 años de existencia, los resultados para México han sido exitosos, lo que es cuestionable.
Si bien, el comercio trilateral ha crecido de manera significativa y le ha permitido a México un crecimiento de algunos sectores económicos y de regiones específicas, no se ha traducido en un detonador del desarrollo de otros sectores económicos y mucho menos de otras regiones. Por el contrario, ha propiciado la ruptura de cadenas productivas e incluso la desaparición de muchas ramas industriales. Además, las desigualdades regionales se han profundizado.
Si sólo se miden los resultados del TLCAN en términos del comercio exterior, se puede llegar a la falsa conclusión de que ha sido la panacea que se ha tratado de hacer creer.
Pero si se toman en consideración otras variables, la conclusión cambia. Así, por ejemplo, el crecimiento económico de México ha sido francamente decepcionante: 2.5% en promedio anual. La industria manufacturera global aporta menos del 30% del total de la industria manufacturera y emplea a poco más de 2.5 millones de trabajadores, alrededor del 7% del total de trabajadores del país. El valor agregado de las exportaciones no llega al 30% y sólo el 20% de los insumos que se utilizan en la producción de bienes exportados es de origen nacional: México se ha convertido en un país maquilador.
Es claro que no se pueden atribuir las enormes desigualdades que subsisten entre los tres países al TLCAN. México ha dejado de hacer muchas cosas para aprovecharlo. No ha instrumentado una política industrial efectiva que le hubiera permitido, entre otras cosas, el fortalecimiento de cadenas productivas que agregaran valor a las exportaciones. No ha hecho lo necesario para mejorar la competitividad del país. Se ha limitado prácticamente a competir con base en salarios bajos.
México apostó su futuro a sólo uno de los dos pilares que sustentan el desarrollo: el comercio exterior y descuidó el otro pilar que es el mercado interno.
La experiencia pasada, debía servir para rectificar el rumbo, antes de pensar que la “modernización” del tratado ahora si va a ser la única posibilidad de crecer al ritmo que se necesita para mejorar la precaria situación en que se encuentran muchos millones de mexicanos.
Sen. Dolores Padierna Luna
Coordinadora del Grupo Parlamentario PRD
---000---